Después de la crisis general del siglo XIV (hambres, pestes y guerras) que había sacudido toda Europa, reduciendo de una manera notable la población y los recursos económicos, el siglo XV, sobre todo en su segunda mitad, ve un cambio de esta situación. La población se estabiliza y vuelve a crecer.
De nuevo hay un gran desarrollo económico, tanto en la agricultura como en la industria. Pero principalmente hay cambios cualitativos: frente a una mentalidad estática medieval, la nueva mentalidad renacentista aporta una idea dinámica del mundo.
El Renacimiento no supone una ruptura radical con la época medieval, pues al tiempo que revaloriza el mundo antiguo (Grecia y Roma), hace una revisión crítica del mundo del medievo. El siglo XV sienta las bases de la nueva visión del mundo que se desarrollará a lo largo de los siglos XVI y XVII.
Hay transformaciones en todos los niveles de la economía: en el campo se cambian las rentas en especie por rentas en dinero, lo que supone un aumento de los intercambios: las ciudades se revitalizan con el comercio y el desarrollo de la producción artesanal e industrial.
Las ciudades italianas, las del sur de Alemania y las de Flandes son las que más viven este resurgimiento económico. Se desplaza el centro de gravedad de la economía del Mediterráneo al Atlántico.
Se produce el despegue del capitalismo comercial, que exige mayor cantidad de productos. Los artesanos no pueden abastecer la demanda y los gremios pierden el poder absoluto que tenían en la Edad Media.
Aparece una figura nueva en el mundo económico, el empresario, el cual entra en trato directo con los trabajadores de la ciudad y el campo, les proporciona la maquinaria y materias primas necesarias, y comercializa el producto terminado.
Aumenta la circulación del dinero y se genera una gran demanda de metales preciosos. Con el nacimiento de los Estados nacionales, la monarquía autoritaria necesita grandes cantidades de dinero para mantener el ejército y la burocracia, y acude a empréstitos de los banqueros internacionales (principalmente alemanes e italianos).
Todos estos cambios económicos son lentos, están unidos al cambio de mentalidad, a los descubrimientos científicos y al desarrollo técnico, y culminarán con los grandes descubrimientos de finales del siglo XV y el siglo XVI.
El Renacimiento se preocupó de precisar las normas de la convivencia internacional. Francisco de Vitoria y Sully fueron los primeros en esbozar las bases de un nuevo Derecho Internacional.
Los cambios económicos producidos en el campo empeoran la situación del campesinado, el cual se rebela en Inglaterra, Francia, España y Alemania. En algunas regiones mejora su situación (Inglaterra, España), mientras que en otras sale perjudicado.
Como consecuencia de las nuevas circunstancias económicas y sociales nacen en el siglo XV los Estados modernos europeos, formados por la monarquía autoritaria, en los cuales el poder se concentra en manos del rey.
De este diferente concepto de la política y de las formas de convivencia surge un nuevo tipo de organización estatal, en el que se unifican territorios que tienen una afinidad histórica y geográfica.
La monarquía autoritaria es la culminación de la lucha que emprende el rey frente a la independencia de los señores y la autonomía de las ciudades.
La base legal sobre la que se asienta esta monarquía es el derecho romano y la teoría de que la autoridad real tiene origen divino Para mantener su poder, la monarquía autoritaria crea:
1º un ejército permanente formado por mercenarios que controla el orden interior y defiende las fronteras;
2º una burocracia que organiza la administración nacional;
3º una diplomacia que se organiza como institución permanente para la relación entre los Estados. Francia, Inglaterra y España son los Estados donde tiene mayor poder esta monarquía, mientras que Alemania e Italia mantienen sus instituciones medievales.
El cambio de las rentas en especie por dinero favorece a la gran nobleza, que mantiene su poder económico y extiende sus territorios. La pequeña nobleza se empobrece y emigra a las ciudades, donde emparenta con la alta burguesía. Esta última, con el despegue del capitalismo, reafirma sus riquezas e impone el nuevo modelo de hombre renacentista: el hombre de empresa, libre de las cadenas medievales y con un gran espíritu crítico.
La expresión cultural más característica de esta época de cambios es el movimiento humanista, cuya figura mas representativa es Erasmo de Rotterdam.
La nueva cultura se transmite en las academias, instituciones culturales que nacen en Italia al margen de las universidades. Frente al arte religioso del románico y el gótico surge el arte profano del Renacimiento, en el que el artista siente plenamente su individualidad.
Aparece un invento fundamental, la imprenta, que hará posible la rápida difusión de las nuevas ideas.