Aunque el dióxido de carbono es uno de los componentes de la atmósfera (aproximadamente el 0,03% del aire), su importancia para la biosfera es fundamental, ya que constituye la principal fuente de carbono de que disponen los organismos. Las plantas utilizan el dióxido de carbono para obtener materia orgánica.
Todos los organismos al realizar la respiración devuelven a la atmósfera parte del dióxido de carbono.
El aumento de la concentración de CO2 en la troposfera provoca un recalentamiento de la superficie terrestre, con repercusiones importantes en los climas regionales.
El CO2 realiza otra función muy importante: absorbe parte de la radiación emitida por la superficie terrestre e impide que se difunda y se pierda en el espacio extraterrestre. Esta función se denomina efecto invernadero, pues se parece a la función que el vidrio o el plástico realizan en los invernaderos.
El CO2 se forma al quemar los combustibles de origen orgánico, como los carbones y los hidrocarburos fósiles. Asimismo, todos los organismos lo producen en su metabolismo oxidado.
Desde que se inició la revolución industrial, el hombre ha quemado ingentes cantidades de combustibles orgánicos y ha provocado la acumulación de CO2 en las capas bajas de la atmósfera.
Hay pruebas evidentes de que la concentración de CO2 en la troposfera se ha incrementado progresivamente.
Al final del siglo XIX la concentración de este gas en el aire era de 280 ppm (partes por millón), mientras que en la actualidad supera las 340 ppm. En los últimos años, la concentración de CO2 crece, en algunas zonas, a razón de algunas partes por millón al año.
El aumento de la concentración de CO2 en la troposfera provoca un recalentamiento de la superficie terrestre, con repercusiones importantes en los climas regionales: unas zonas se desertizarán, mientras que otras tendrán cambios radicales en su régimen pluviométrico.
Asimismo, se ha calculado que la fusión total o parcial de los casquetes polares producirá un aumento del nivel de los océanos, con la consiguiente inundación de numerosas zonas litorales, actualmente muy pobladas y con gran actividad económica.
La deforestación, o tala masiva de bosques, agrava el problema del aumento de la cantidad de CO2 en la atmósfera, pues los bosques son los principales fijadores de CO2, a partir del cual los árboles forman la madera.
Sin la deforestación de importantes áreas de la superficie del planeta, el efecto invernadero sería considerablemente menor.
La deforestación o tala masiva de bosques, agrava el problema del aumento de la cantidad de CO2 en la atmósfera, pues los bosques son los principales fijadores de CO2.